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México vio el nacimiento de Afrodita, la mitológica diosa griega de la belleza y la sexualidad, como en la célebre pintura de Botticelli, la energía sonora de los espectadores colisionó con la del mar de pantallas que inundaron el escenario del Palacio de los Deportes, para formar la espuma, de donde nace la diosa, según el mito griego;Kylie Minogue emergió postrada en una concha, un cuadro en movimiento enmarcado por grandes columnas de Acrópolis, para cantar el tema que titula su último álbum, Aphrodite.
Los shows de Minogue siempre se caracterizan por ser temáticos, por ejemplo Fever se remontaba a films como Metrópolis o Naranja Mecánica, Showgirl era una película del viejo Hollywood y X tuvo un aspecto más oscuro, anticipándose a la extravagancia de Lady Gaga. Pero esta vez el diseño fue inspirado en el poderío de la diosa Afrodita a través del sexo y la belleza, inspiración con motivos no sólo griegos sino también romanos, es decir la construcción de occidente, remarcados por el vestuario, todo velos, todo dorado, provocación a los sentidos.
Los fans de Kylie no dudaron en portar elementos que han definido la evolución de su imagen: micas color naranja como máscaras, disfraces de leopardo, gorras de policía con la inicial de su nombre, tocados y túnicas griegas, etc.
El primer acto fue la creación se entiende el canto de «The one», «Wow» y «I believe in you», montada en un carruaje estilo romano que sus bailarines jalaron por el escenario, que parecía pequeño para tal producción. El segundo acto fue una revelación, Kylie al cantar «Illusion», sorprendió a todos los asistentes, en medio de la canción un trueno, proveniente del olimpo, irrumpió, y un perfomance con velos y un baile erótico al centro del escenario iluminado en rojo, Kylie descalza, movía sus caderas hacia los lados y las que quizá son sus armas más poderosas de seducción, las manos.
«México, ¡qué calor!», expresó emocionada por la euforia del público, intercambiando miradas y sonrisas con sus bailarines, al cantar «Get outta my way», y sus éxitos número uno a nivel mundial «Spinning around» y «Can’t get you out of my head», en una versión con más guitarras, que coreó todo el Palacio, es la canción que la catapultó en América. Visiblemente sorprendida por el tiempo que sus seguidores se tomaron para aplaudir y gritar su nombre Kylie, enfundada en un vestido negro ampón, con cinturón y copas del sostén dorados, dijo «sentir el amor de México», recogió una bandera del país que ondeo y que apretó a su cintura para terminar el acto.
Decidió mezclar una canción emblemática, «Love at first sight», con «Can’t beat the feeling», y brindarle al público el micrófono y pedir que encendieran las luces para observar a sus seguidores. Un fan le pidió cantar «In your eyes», y lo hizo, alguien más imploró por «Chocolate», Kylie entonó el coro, «México, les prometo que voy a regresar a cantarles todas esas canciones», expresó; las luces bajaron, subió las escaleras del centro, llegó a los primeros escalones y cantó «You don’t love me», su voz alcanzó poderosas notas agudas y alargadas, sus ojos lucían más húmedos y brillantes que en otras interpretaciones.
Si Grecia y Roma no tenían discotecas Kylie mezcló las imponentes columnas con una radio ochentera al fondo, y cantar los éxitos del inicio de su carrera, en 1988, «What do I have to do?» y «Better the devil you know».
Luego de cantar «Put your hands up», el concierto tomó un último respiro, Kylie regresó con un tocado que cubría toda su cabeza, cual estrella de cine mudo o una nadadora, la más glamorosa, interpretó «On a night like this», acróbatas mostraban sus cuerpos en el aire, Afrodita debía volver al origen, al agua, y aunque en México se resintió la decisión de no traer las fuentes que presentó en los shows europeos, subió a una pirámide circular para interpretar «All the lovers», «dedicada a todos los amantes», donde sus bailarines hicieron una coreografía similar al nado sincronizado, que hizo brincar a todos los espectadores deleitados con la presencia de la australiana.